Proceso cuyo objetivo es el depósito de una capa protectora de cadmio puro sobre piezas metálicas de acero, titanio, aluminio –y sus aleaciones– y cobre –y sus aleaciones–. Este tipo de recubrimiento es más resistente que el de zinc, pero debido a su toxicidad se ha restringido en algunos usos. A diferencia del zinc, al oxidarse no crea productos de corrosión voluminosos, lo cual permite su uso en funciones de tolerancia cerrada.
El cadmio se suele aplicar a materiales más bien delicados y, especialmente, para usos eléctricos.